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ENTRE LINEAS

Por un pelo...

Por un pelo...

Carmen siempre se quejaba de lo desagradable que era que Eduardo no se afeitase. Le irritaba la piel cuando la rozaba. Una y otra vez le repetía la misma cantinela: "Eduardo rasúrate o no voy a dejar que te acerques". Un día Eduardo decidió contentarla, cogió la guilette y "ras-ras-ras" se puso a cortar vello hasta dejar su vientre, su pene y sus testículos como los de un recién nacido. Eso le causó tanto placer a Carmen  que aquella noche descubrió que era multiorgásmica y los vecinos también. Las delgadas paredes que separaban los pisos no eran suficientes para amortiguar los aullidos -más que gemidos- de Carmen cuando alcanzaba el clímax repetidamente, ni los chasquidos del choque de sus ingles desnudas de pelo cuando Eduardo la embestía. Después que aquella noche ya no hubo mas vello en la polla de Eduardo. Ni un solo pelo que pudiera irritar la delicada piel de su amada. Las sesiones de sexo "sin pelo" se sucedían entre la pareja casi a diario lo que provocó la envidia de las vecinas y la admiración -contenida eso si- de los vecinos. Envidia y admiración que dejaban traducir en una mirada despectiva de ellas cuando se cruzaban en el portal o ascensor con Carmen y en una sonrisa de complicidad de ellos cuando lo hacían con Eduardo.

 

No tardó mucho tiempo que los vecinos y, por supuesto, vecinas (aunque disimuladamente) preguntaron sobre la causa de la renacida fogosidad de la pareja. En cuanto supieron de qué se trataba no quedó en aquella comunidad pelo alguno en el entremuslo y, ciertamente, eso hizo que los comuneros y comuneros follasen más, mejor y muy alto, tanto, que las noches se convirtieron en un aullido permanente en el barrio. Ahora eran sus habitantes quienes, al ver la cara de satisfacción de los vecinos y vecinas del edificio, quisieron saber el motivo. Al enterarse, ellos y ellas corrieron a imitarles, provocando un grito unánime de satisfacción en la barriada todas y cada una de las noches. Y así hasta que se contagió a la ciudad entera y luego, como una mancha de aceite, se extendió a toda la comunidad autónoma y, de ahí, al pais entero. El pais era un orgasmo, un grito de placer. Al final ya no quedaba vello púbico en sus habitantes, llenándose sus nacionales de satisfacción y buen humor. Eso hizo aumentar la productividad, incrementar las inversiones, bajar el desempleo, frenar la delincuencia y, en definitva, poner el PIB a la altura del Olimpo de los dioses. La campaña electoral para la elección de los representantes al legislativo se convirtió en prometer a los ciudadanos subvenciones para costear la depilación definitiva de las partes pudendas, en convencerles que, con ellos, el pelo desaparecería definitivamente de sus vidas -y entrepiernas- haciendo de ellos una máquina de placer.

 

Y resultó que ganó la opción política que estaba gobernando en el momento de producirse el fenómeno de los "sin pelo". Una mayoría absoluta aplastante... y todo por un pelo. O por unos pelos.

5 comentarios

María José -

Si la ausencia de pelo puede conseguir todo eso, ¡fuera pelos! Creo que conseguir esa felicidad sin duda, aparte de los pelos, es hacerlo bien.
Si la elecciones las ganaron por pelos es porque nadie lo hace lo suficientemente bien.
Besitos MJ

Violeta -

Hay que ver lo que puede conseguir un pobre pelo, mejor dicho la ausencia de él. Estoy totalmente de acuerdo con eso, por mucho que se diga que donde hay pelo hay alegria, una ingle bien depilada puede ser fantastica.

Kaleidoscopioz -

De una cosa estoy segura alguien satisfecha en ese plano satisface en todos los demás. Abajo pelos!!!

celebrador -

Una cosa sí es cierta, el placer multiplica el buen humor, y el buen humor resulta altamente contagioso

gaia07 -

Pues le deberían dar la cartera de Ministra de Ciencia e Innovación a Carmen.
Una mujer que sabe qué es lo importante y cómo negociarlo no hay que desaprovecharla.